Trastorno Límite de la personalidad

Cuando la sensibilidad es máxima y las emociones incontrolables.

¿Qué es la personalidad?

La personalidad es la forma “automática”, persistente, poco consciente e idiosincrásica de percibir, sentir, pensar, actuar y relacionarse con uno mismo, con los demás y con el mundo.

Es nuestra forma particular de ser, de comportarnos ante las diferentes situaciones de la vida.

La personalidad influye en la vulnerabilidad al entorno y a los eventos vitales. Se trata de la forma de ser ante cualquier acontecimiento que se nos presente.

“La personalidad es un patrón complejo de características psicológicas profundamente arraigadas, en su mayoría, en su mayoría inconscientes, que se expresan automáticamente en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo, como una compleja matriz de determinantes biológicos y de aprendizaje que conforman un patrón idiosincrásico de percibir, sentir, pensar, afrontar y actuar de cada individuo” (Livesley, 2003)

Nuestra forma de ser puede ser dividida en unidades que llamamos “rasgos”. Diremos que la combinación de una serie de rasgos de cada individuo es lo que constituye nuestra forma de ser.

¿Qué es un trastorno de la personalidad?

La personalidad saludable combina de manera flexible sus rasgos en diferentes situaciones, mientras que la personalidad disfuncional solo puede utilizarlos de manera extrema (todo-nada), rígida e inflexible.

Nuestra personalidad es única, conformada por una serie de rasgos cuya finalidad sería la de afrontar las diferentes situaciones vitales en tres áreas fundamentales:

-La relación con uno mimo (representación estable e integrada de uno mismo)
-Relaciones con los demás eficaces e íntimas
-Funcionamiento en un grupo social

Los rasgos que conforman la personalidad disfuncional implican un patrón rígido, persistente, resistente e inflexible. Una forma de ser que tiñe todo aquello que siento y pienso y que condiciona las respuestas hacia el entorno que nos rodea.

No existe un línea clara entre la normalidad y la patología, la existencia de los rasgos se mueve a lo largo de un continuo. Los rasgos son las unidades fundamentales que construyen la personalidad situados a lo largo de un continuo donde la cantidad es lo que define el trastorno de la personalidad. Es posible la existencia de “estilos” en la forma de ser que caracterizan a una persona pero no son constitutivos de un trastorno de personalidad.

¿Qué es un trastorno límite de la personalidad?

 

El Trastorno límite de la personalidad es un trastorno de carácter mental que afecta mayoritariamente a las mujeres.

“Consiste en un patrón dominante de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la autoimagen y de los afectos, e impulsividad intensa” (DSM- V;APA, 2013)

Existen tantas características del Trastorno Límite de la Personalidad como personas diferentes que lo sufren. Los síntomas y la gravedad del trastorno límite de la personalidad son de carácter individual, siendo  diferentes en unas personas con respecto a otras.

Con ánimo de ser didácticos, les ofrecemos a continuación algunas características que se presentan en personas afectadas por el Trastorno Límite de la Personalidad.

Síntomas del Trastorno Límite de la Personalidad

Los síntomas suelen aparecer a comienzos de la vida adulta entre los 18 y los 21 años, aunque no es difícil encontrar los primeros síntomas antes de los 18 años

Labilidad emocional y desregulación de los afectos. Hiperreactividad emocional e hipersensibilidad.

El concepto sobre sí mismos no se encuentra integrado, como tampoco existe una imagen del otro estable y no cambiante. Por ello no existe una percepción de autonomía, valía o estabilidad en la sensación sobre ellos mismos. De ahí que experimenten dificultad para vivirse o experimentarse como un “yo” diferente del otro.

Incapacidad para el autososiego, no se perciben con capacidad contenedora de afectos ni con la posibilidad de calmarse a sí mismos.

 Ello genera una gran sensación de angustia difusa. Sufren una pédida de la normal capacidad de experimentar la soledad y sobreponerse a ella. 

Esto determina que tiendan a establecer con los demás una identificación
que opera a modo de una prótesis, procurándose así el apoyo o sostén que
necesitan para paliar sensaciones y sentimientos de vacío, futilidad, inexistencia, o muerte que puede presentarse como vivencias de fragmentación y pérdida de sí mismo.

Sensación de vacío

Se trata de una dificultad para la regulación de las emociones. Reaccionar con una alta sensibilidad a experiencias que otras personas quizás percibirían de forma mucho más neutra. Inestabilidad. Respuestas emocionales intensas como la alegría, pero sobre todo reacciones de carácter «negativo» como la tristeza, enfado, desilusión y malestar general.
La inestabilidad afectiva y las alteraciones del ánimo son la característica principal. En ocasiones esta es la causa que les incita a solicitar ayuda psicológica.
Su ánimo es altamente reactivo, respondiendo con intensidad ante muy diversas situaciones, sobremanera de corte interpersonal, situaciones que representen rechazo, abandono, crítica, desprecio o “abuso”.
En ocasiones han sido diagnosticados o ellos mismos han llegado a sospechar de un trastorno de carácter bipolar, debido a la creencia de que el cambio de humor repentino se debía a una carácter maníaco-depresiva.
Los cambios en la forma de sentir sobre ellos mismo, sobre los demás o sobre las situaciones son tan cambiantes que en ocasiones produce una gran duda sobre quienes son realmente. Sienten ser “dos personas en una” pero nunca una integración de ambas de forma armónica sino dos personas radicalmente opuestas, cambiantes, con emociones enfrentadas en ocasiones, incapaces de ser dos partes o varias partes armoniosamente engarzadas.

Dependencia emocional

La intolerancia a la soledad les hace compulsivamente dependientes con una enorme necesidad de ser “contenidos o sostenidos” emocionalmente. Las relaciones con los otros se caracterizan por una sensación de dependencia,
La intolerancia a la soledad les hace compulsivamente dependientes con una enorme necesidad de ser “contenidos o sostenidos” emocionalmente. Las relaciones con los otros se caracterizan por una sensación de dependencia,
búsqueda de los demás de forma angustiosa, insoportable sensación de soledad si no hay un encuentro con los otros, pero al mismo tiempo sufren una sensación de «ser descubiertos». Por todo ello la sensación de vergüenza preside las relaciones interpersonales.

Ansiedad difusa y otros síntomas de ansiedad

 La intolerancia a la soledad y el vacío son sentidos como una auténtica desintegración del yo, generan angustia y ansiedad crónica, difusa y libremente flotante, que puede dar lugar a diversas manifestaciones: ansiedad generalizada, fobias múltiples, ataques de pánico, síntomas obsesivos y/o compulsivos, tendencias paranoides e hipocondríacas, síntomas de despersonalización, desrealización.

 También son frecuentes las fobias vinculadas al cuerpo o a la apariencia personal. Este es el motivo por el que desarrollan con frecuencia trastornos de alimentación; bulimia la mayor parte de las veces, anorexia en otras ocasiones.

En cuanto a la ansiedad, no se trataría de una ansiedad claramente reconocible como la que podemos experimentar ante una situación cotidiana como la presentación a un examen importante, sino una angustia invasiva con graves sentimientos de desesperanza.

Vergüenza

La persona que padece un trastorno límite de la personalidad no siente que haya hecho algo vergonzoso, sino que ella es una vergüenza en su ser. Hay algo en él/ella profundamente equivocado, loco, inepto, degradado o grotesco.

A pesar de ser personas muy necesitadas de la cercanía y el sostén emocional que representa el otro, la vergüenza interna impide un verdadero encuentro con los demás.

 La falta de confianza, la baja autoestima, la sensación de constante insuficiencia, de no ser apto, ocasiones graves síntomas de vergüenza. Temen ser verdaderamente descubiertos en su incorrección personal. Pueden llegar a considerarse verdaderos monstruos, con sensación de no estar a la altura en ningún aspecto de la vida. En ocasiones, llegan a sentir verdadero asco hacia sí mismos o todo lo que sale de ellos. Sienten que su sola presencia puede ser rechazada por los demás. El acceso a su mundo interno les produce un gran rechazo y vergüenza. Sienten que han de esconderse antes que ser descubiertos. Para mantenerse “ocultos” pueden llegar a “mimetizarse” con los demás o huir de las relaciones antes que llegar a ser “vistos” en su auténtica forma de ser.

Este “yo indigno” puede ir acompañado de percepciones sobre el esquema corporal  o síntomas de somatización, dismorfofobias y trastornos de la alimentación, sobre manera crisis bulímicas.

Culpa

Es sencillo que la persona con un trastorno límite sienta la culpa de haber ocasionado a los otros un “mal” . Sienten con tremenda dureza haber sido fuente del daño y causante de gran dolor al ser amado.

El sentimiento de indignidad percibido predispone a actitudes destructivas hacia sí mismo o hacia los demás. La culpa es el sentimiento resultante que invade a la persona tras los diversos encuentros interpersonales. Culpa que en ocasiones necesita ser expiada con autolesiones o deseos suicidas.

Desregulación interpersonal

Las relaciones interpersonales están presididas por la inestabilidad. Suelen ser relaciones con un bajo componente de intimidad. El “otro” es buscado desesperadamente como contenedor emocional, no es “amado” en su totalidad, es “necesitado” para la calma interna. En primera instancia el otro siempre es idealizado en la medida que necesita ser un salvador para la persona con trastorno límite. Las relaciones son presididas por un claro desequilibrio. Aunque las personas con trastorno límite sientan que lo “dan todo” en las relaciones, lo hacen desde una necesidad de ser correspondidos del mismo modo, llegando a una fusión identitaria con el otro.

Pueden llegar a ser muy demandantes de afecto, necesitados de consuelo y regulación emocional. No llegan a ser capaces a tolerar la natural frustración que toda relación supone, sintiendo los defectos de la otra persona imperdonables , sobre manera si han supuesto una falta de ayuda o consideración hacia ellos. La suspicacia, el resentimiento, el enfado, la ira pasa a presidir las relaciones interpersonales.

Temor a ser abandonados

Sintiéndose verdaderamente monstruosos, llenos de incompetencias, siendo en ocasiones “dañinos” con sus seres más amados, la sensación de ser abandonados preside el encuentro con el otro. En ocasiones terminarán pensando que tenían razón y que otra vez han sido expulsados de la vida de los demás.

Se trata de un hecho que ciertamente acabará sucediendo puesto que la persona tlp anticipa un abandono que finalmente acabará sucediendo. No se trata de que sean unos buenos predictores sino que la propia sensación de abandono, acaba ocasionándolo: celos, envidias, inseguridades, malestares, y una tremenda desconfianza hacia el otro, terminarán por boicotear cualquier inicio de relación.

Desconfianza

La persona afectada por un tlp vive bajo la sensación de amenaza personal donde el otro es percibido como amenazador y abusador, que el tlp gestiona oscilando entre:

Control sádico y omnipotente del otro

Idealización del otro que debe proporcionar satisfacción y protección ante cuya ausencia surge una rabia intensa por el agravio sufrido.

La persona tlp siente que el otro no es proveedor de un afecto genuino. No siente ser una persona merecedora de cuidados y verdadero cariño o interés. No comprenden que la buena fe sea una opción. Siempre existe una marcada desconfianza hacia los demás.

No confían en las buenas intenciones de los demás. Si ellos son personas despreciables, no es posible ser queridos genuinamente.

Cargados de desencuentros con los demás, viven injusticias permanentes.

Terminarán vivenciando una sensación constante de estar enfadados con el mundo, de ser éste un lugar inhóspito donde no merece la pena relacionarse. Es fácil ver a personas tlp al frente de causas “justas” políticas, religiosas, morales , en un intento por compensar su eterna sensación de haber sido “mal tratados”.

Desconfianza crónica hacia las intenciones de los demás que siempre describen como maliciosas. La rabia y el odio terminan depositados en el “otro” o en los “otros” llegando a sentir el mundo como un verdadera selva emocional.

 La desconfianza les lleva en ocasiones a actuar en modo humillación-venganza. Ello acarrea que se encuentren inmersos en ocasiones en asuntos legales de mayor gravedad.

Sentimientos de rabia

El estado de rabia es nuclear en el trastorno.

La persona con trastorno límite siente una tremenda sensación de indignidad, lo que hace que la persona sea muy intolerante a cualquier contrariedad o frustración. Tiende a responder con rabia inmediata e intensa ante cualquier adversidad personal o interpersonal.

La sensación de injusticia sufrida  la rabia es constantemente alimentada por una ideación centrada constantemente sobre agravios reales o imaginados recibidos. Constantemente vivencian un diálogo interno donde uno de los personajes representa a un tribunal con acusaciones hacia el “otro” representado siempre como una persona mala al que la persona tlp ha de aleccionar.  El otro siempre está equivocado como persona, no hay capacidad para ver en el otro alguien que quizás haya podido o no cometer un error. La acusación hacia los otros es una constante en sus vidas.

La rabia también puede activarse ante la sensación de abandono o la soledad

Autolesiones

Las autolesiones que en ocasiones suceden con cortes en brazos y piernas, supone una fórmula con diferentes funciones:

 Reducir el sufrimiento o tensión psicofisiológica, tranquilizarse o sentir alivio ante situaciones emocionales insoportables para la persona.

 En otras ocasiones, la autolesión supone un “pellizco de realidad”, salir de un estado de anestesia emocional, un “sentirse vivos”, una forma de salir de un estado disociativo.

Castigos al entorno. La autolesión puede suponer un castigo encubierto al otro que pretende trasmitir sensaciones culposas al otro por haber abandonado, separado o limitado a la persona con trastorno límite. Autolesionarse puede llegar a ser un acto contra el otro. Un aviso sobre el deseo de ser cuidado y la frustración de no haberlo conseguido

 Castigos a uno mismo: la autolesión persigue una expiación de la culpa por no haber sido una buena persona, un castigo, una forma de expresión del malestar que no puede ser traducido en palabras.

 

La anestesia emocional

La sensación de indignidad, vulnerabilidad y rabia experimentada en la relación con los demás, junto con sensaciones de abandono, rechazo y soledad, hacen que el sufrimiento llegue a ser insoportable entrando en un estado de anestesia emocional, una especie de Nirvana o de invulnerabilidad omnipotente.

Bajo estas situaciones se pueden llegar a producir comportamientos suicidas o actos autolesivos.

En ocasiones el estado de desapego y anestesia emocional es sufrida como una falta de metas, anhedonia, apatía y falta de metas. En este estado es necesario recurrir a comportamientos que aumentan la capacidad para “sentir algo”. Relaciones sexuales promiscuas, autolesiones, abuso de alcohol o consumo de alimentos de forma bulímica.

Experiencias disociativas

Un grupo de personas que sufren TLP , pero no todas ellas, manifiestan tendencias disociativas: Amnesia de períodos de su vida, lapsus de memoria, desconexión del cuerpo o del entorno, despersonalización, desrealización. Estados de autoanestesia que en ocasiones finaliza con las autolesiones. Los trastornos disociativos se originan como consecuencia de experiencias traumáticas graves, tempranas o de larga duración. Durante el trauma la personalidad del paciente se divide en dos o más subsistemas disociativos o partes, “estados del yo”.

Síntomas psicóticos

En ocasiones y debido a la excesiva vulnerabilidad y malestar sufrido, en ocasiones de un alto estrés, pueden perder el juicio de realidad presentando ideación paranoide transitoria, episodios psicóticos

Los síntomas psicóticos se pueden caracterizar por despersonalizacion, desrealización, síntomas conversivos, pensamientos bizarros o micro episodios psicóticos que remiten con rapidez.

Los celos y la envidia

La vulnerabilidad, inseguridad, y la constante sensación de indignidad, colocan a la persona en una constante sensación de comparación con los demás que les hace desear  todo aquello que los demás poseen como símbolo para alcanzar el afecto de los demás. Asuntos materiales, personales acabarán suponiendo un objeto de deseo siempre que puedan simbolizar el amor y el cuidado de los demás. Envidiarán todo aquello que el otro posee y que le hace garante de atenciones de carácter emocional.

Los celos son otra de las emociones con mismo origen.

Es fácil considerar como un hecho fehaciente el ser abandonados tarde o temprano. Las características que sienten como propias les colocan sin duda en un estado de inferioridad de condiciones. El otro siempre escapará de la relación tarde o temprano. Ello ocasiona una situación de celos continuos donde el temor al abandono y el miedo a ser dejado le coloca en el disparadero de sensaciones de celos sobre manera en relaciones de pareja o de amistades íntimas.

 No es sencillo tolerar las relaciones de amistad donde existen varias personas implicadas, tendiendo a decantarse por relaciones en exclusividad.

Irresponsabilidad y miedo al fracaso

La desregulación emocional hace muy difícil tener una imagen estable. La persona con Trastorno Límite puede estar convencida de su capacidad para sacar adelante proyectos como los laborales o estudiantiles; sin embargo, en un corto espacio de tiempo, puede sentirse absolutamente incapaz de seguir adelante. Un día cualquiera, la persona afectada por un Trastorno Límite puede estar preparando un examen con total dedicación y convencimiento de ser capaz a superarlo, pero si ocurre un contratiempo,  por ejemplo de índole interpersonal como un comentario desafortunado por parte de algún miembro de la familia, abandonan completamente la sensación de capacidad y competencia. Es fácil que ocurra un rápido abandono de la actividad en curso. 

La llamada desregulación del self, alteración de la identidad, la autoimagen o sentido del sí mismo, así como los sentimientos de vacío hacen muy difícil mantener una imagen estable del sí mismo que les permita sostener una tarea en el tiempo.

La capacidad para poder predecir cuál será su comportamiento es baja y por ello la apatía, desgana y desmotivación se convierte en una constante en sus vidas. En ocasiones son acusados de «no terminar nada de los que empiezan». Pero esta supuesta «irresponsabilidad» se entiende mejor a la luz de su desregulación afectiva.  El miedo al fracaso es otra de las variables que influyen en el abandono de metas, estudios o proyectos. La vida cuesta ser entendida como una línea sobre la que se avanza con aciertos y errores, más bien es sentida como «otro fracaso más».

Impulsividad

La persona afectada por el Trastorno Límite sufre de un ánimo extremadamente reactivo donde predominan los sentimientos de vulnerabilidad, irritación, impotencia y rabia. No se trata de un estado depresivo que curse con melancolía, enlentecimiento motor o sentimientos de culpa sino un estado depresivo y disfórico crónico. El sentimiento de vacío vivido como «desintegración», desasosiego, futilidad y angustia ante la soledad, es un gran disparador de conductas impulsivas. 

Ante este escenario de carácter emocional, las conductas impulsivas representan un intento de evitar las propias emociones. Se trata de una evitación de las emociones tan difíciles de regular. Los comportamientos impulsivos adquieren características de corte masoquista como determinadas prácticas sexuales, promiscuidad, violencia, abuso de sustancias, atracones de comida o inanición sostenida, prácticas peligrosas de diversa índole como la conducción temeraria, gastos desmesurados, autolesiones, tendencias al suicidio y actos suicidas.